El mapa

mientras que mi piel se conforma de las huellas de ti
que me han quedado.
Tus fluidos invaden los míos:
mi sangre y mi saliva están impregnadas de las tuyas
y mi mente, plagada de las experiencias a tu lado,
forman un arco de presencias que es imposible desvanecer.
En mi memoria se albergan los caminos
que llegan a tu boca para tocar con mis labios
tus labios gruesos que besan con una espontaneidad
hecha de fuerza y suavidad.
Tu espalda amplia y tu pecho
están medidos por mis brazos
para estrecharte sin fin.
Conozco cada centímetro desde tu cuello
hasta los dedos de tus pies largos
que mi boca sometió a su cavidad.
Hay un camino que mis manos han medido con exactitud
y es que desde tu ombligo –vaso mortal–
he bajado para palpar lo que se presenta debajo.
Soy la ruta y el experto en cada aroma de tus axilas y
de otros huecos donde he pasado
los mejores momentos de mi pasión.
Soy el mapa de tu cuerpo desde tu amplia frente
hasta tus tobillos, porque te conozco
y te recorro todos los días hasta que la sangre,
el fluido de la vida y eso que bombea el río de tus espacios
y los míos se detengan en un instante interminable
para escribir que yo te he descubierto
para siempre.
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