Monday, May 07, 2007

Eclipsa mi dolor (Una carta)



Tal vez la debacle sea el móvil para acercarme a ti, porque te has presentado como la revelación que necesitaba por tu forma de ser; ésa tu astucia para cubrir mis males que en ti son buenos.
Sí, somos amigos y eso frena mis sentimientos que podrían cambiar ahora; sin embargo, tus detalles hacen cuestionarme y la moral –que sólo es un árbol de moras– me vale madres.
Es que el mundo es grande en materia, pero es escaso en sentimientos. Y cuando yo veo los tuyos los considero mis augurios, mas no puedo tomarlos como tales por la conciencia, si es que aún tengo.
Te preguntaba para qué existe la tinta, el papel y el verso, citando a Lorca y la verdad es que no sé, porque a pesar del lápiz que desgasto, no hallo paz en las palabras, ni catarsis en las historias que conozco, sea Edipo o la obra que trate del incesto.
Entonces me pongo a escribirte en la escuela mientras tú trabajas y yo no sé cómo salir de donde me encuentro, aunque ha sido claro tu diagnóstico.
No obstante, aún creo que la historia, lejos de joderme me da alas, porque lo que pasa es que hubo un inicio –siempre es así, salvo lo que llamo Dios–.
Últimamente reflexiono aquí sentado porque prefiero el ruido de la cafetería, mientras el lapicero va como por su ruta única del cuaderno y yo no sé qué más decirte, por eso divago de este lugar donde hay también recuerdos que me fastidian como los tuyos.
El caso es que yo soy incierto y que debí nacer hace dos siglos, pero ni modo, porque estoy aquí sin ti y pensándote aunque no debo.
Tal vez no hay ley que me lo impida; el superyo dice que no, pero si dando vuelo a los límites y sus umbrales puedo pensar en ti, te prefiero a todo el mundo, porque lo eclipsas siendo tú y asimismo eclipsas mi dolor.

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