Wednesday, May 03, 2006

El Deseo


A Pablo Neruda
Bien dices, Maestro, que el deseo es un tigre y un cóndor y un insecto.
A veces se muestra ferviente; hierve la sangre, duelen los miembros asesinos y la paz no halla lugar por la impaciente necesidad del cuerpo amado. Buscamos al causante de este malestar para dar el zarpazo del abrazo y extenuarnos en la ondulación de los cuerpos con la palpitación de cada centímetro que nos provoca. Es un desgarrador rito que nos provee de la vida y de la dicha.
A veces el deseo es el ave del acecho: ronda los cuerpos voluptuosamente, es un centinela, un velador de la concupiscencia y sólo aguarda. Cuando el cuerpo se ha tendido va hacia él con su rigor de ave fierísima, apresando extremidad por extremidad el objeto del deseo sublime.
A veces, sin embargo, somos mínimos; la sangre fluye diáfanamente y recorremos parte por parte en contemplación aristotélica. La imaginación envuelve al cuerpo y alaba estructura por estructura. Somos exploradores de la fertilidad de un campo vastísimo; admiradores de la perfección de los contornos y adoradores de la delicadeza del detalle. Somos sutiles y quemantes.

Finalmente, vive en nosotros el soberano deseo en cualquiera de sus versiones y buscamos y pensamos y apreciamos y robamos y cazamos. Vale dar vuelo a la concupiscencia en la conflagración del cuerpo y del amante.

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